El Diariero


Desde el ritmo desconcertante del insomnio hecho música, la parte del amanecer en la víspera de una luna de trueno.
Aparece límpido el cielo en el invierno de la mañana, susurran los pájaros sobre el ahora silencio del obligado despertar, una sensación de esperar que el reparto llegue a tiempo y no sea otro el motivo de estar despierto, pero que antigüedad esperar que la noticia llegue impresa cuando con solo abrir la pantalla la inmediatez es más que noticia, novedad;  y lo novedoso deja de serlo a una velocidad de diez minutos casi como los pensamientos o un comentario.
Pero la relación con el repartidor es el sentido, un heraldo en bicicleta repartiendo los aquí-es y a horas desde que el recuerdo fue diario, como han cambiado las cosas, antes sin esa impresión en las manos para muchos el día del mundo no había comenzado, sin una previa lectura por la portada de los titulares, la cotidianidad de un rumbo que comienza en la lectura para luego ser comentario de recién despierto y esa sensación de estar informado o al menos eso es lo que se aparentaba, tal vez leemos lo que otros necesitan publicar y uno deba conformarse con la interpretación entre líneas de las propias conclusiones.
Marito lleva 35 años repartiendo diarios y es uno de nuestros héroes modestos, algunos lo pudieron extrañar en la ahora anécdota de  hace unos cinco años atrás cuando  estuvo por casi un año ausente, pero solo los fieles clientes de su reparto lo extrañaron, una mañana de julio a eso de las cinco  cuando comenzaba el reparto fue embestido por un auto lleno de chicos que se mudaban de after entre el descontrol de la noche anterior y la madrugada del presente día. Le destrozaron su rodilla derecha que fue reconstituida entre clavos, quedo tendido hasta que una vecina que salió a barrer su vereda lo encontró sollozante entre lágrima y queja.
 Una vez recuperado el recomienzo fue duro, comenta Marito, muchos le dejaron de comprar para siempre, esos aquellos que ni siquiera se anoticiaron de lo sucedido con el accidente, simplemente lo recordaron cuando lo vieron pasar otra vez, pero ya habían cambiado de habito, de proveedor  o simplemente dejaron de comprar el diario.
                                                                                                     GCz

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