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El Diariero

Desde el ritmo desconcertante del insomnio hecho música, la parte del amanecer en la víspera de una luna de trueno. Aparece límpido el cielo en el invierno de la mañana, susurran los pájaros sobre el ahora silencio del obligado despertar, una sensación de esperar que el reparto llegue a tiempo y no sea otro el motivo de estar despierto, pero que antigüedad esperar que la noticia llegue impresa cuando con solo abrir la pantalla la inmediatez es más que noticia, novedad;   y lo novedoso deja de serlo a una velocidad de diez minutos casi como los pensamientos o un comentario. Pero la relación con el repartidor es el sentido, un heraldo en bicicleta repartiendo los aquí-es y a horas desde que el recuerdo fue diario, como han cambiado las cosas, antes sin esa impresión en las manos para muchos el día del mundo no había comenzado, sin una previa lectura por la portada de los titulares, la cotidianidad de un rumbo que comienza en la lectura para luego ser comentario de recién despierto

Ser otro en los otros

No poder superar la página por derrumbe de atención, de expectativas terceras al paso u omisión de resistencia, así es la parte y no puede ser de otra manera, ser otro en los otros, por de pronto en la parte, la pausa, para precisar un acto de confianza, se sacó los zapatos como si nadie la viera o estuviera sola, en medio de un local repleto supo poner a prueba a la indiferencia, mezcla de libertad individua y difusión de su pleno derecho de acarrear el cansancio a un descanso, hasta un por fin piso desnudo, sin mediar de suelas y que los dibujos se vean transparentados. En la sensación   y la observación alguien sugirió invasión de lo establecido o apertura de un fenómeno que a lo pre-juicioso de la observación masiva había escapado, nunca falta el observador atento, el corrector, el hilarante represor de lo manifiesto, quejado a pedir de mozo: - que por favor la chica de los pies desnudos cubra su inmediatez, que por favor calce su exhibicionismo y/o se retire del recinto públic

Búsqueda desde las fauces

Esa verdad de aparecer en los pasos, sin que la cruda ventana se reponga en la calamidad de la fachada, parecía prevenir a la puerta entreabierta y entró desde el fisgoneo, por los vidrios primero y más tarde en lo inmediato rebotando en la lectura de los cartelitos interiores. Se decidió, empujo la media hoja de la dicha entreabierta, hoja larga que rugió reseca. Por fin puso el motivo de su búsqueda en palabras, acento su espalda y quiso que el deseo se desintegrara en su paladar hasta alcanzar las fauces de su apetito o costumbre de medio día, hasta que humeo un plato sostenido frente a su nariz, un vaho que contribuía al folclore del lugar y en el contraste del frío en la estación afuera, la verdad en la cuchara hasta el regocijo y luego del ataque al pan con las manos y por supuesto el vasito de vino, destrozar el plato, destrozarlo de tanto saborear el líquido elemento, locro.                                                GCz

Acercamiento a Sísifo

Ascenso obligado en el malestar del acaso día, rumores de la drástica porfía, lo comenzado como una despedida, una parada y el número inscrito para la identificación a lo lejos en la distancia, el espacio sabe contraer destino y el tiempo su peor designio. La   vibración hace de la costumbre un aquí constante, a veces   se olvidan los caminos que   trajeron   este itinerario de veces que es la vida, frágil como un impulso de todos los días, con un rostro que es apenas la huella de lo anterior y lo posible en la diáfana reconciliación de un instante que pretende ser memoria, confundir la desgana con la inercial costumbre, a caso el sin sentido de estar vivo en la eterna pendiente a donde los días   se acercan a la roca mortal de un castigo, en el planteo franco de una mirada es intentar subir con el peso impuesto hasta quien sabe cuando, rodar entre sudor y tensión, en un exigir de huesos y profundas respiraciones. El esfuerzo es estar vivo con sentido, no querer creer en los ayeres

Acto de realidad profanado

Han traspasado los hechos, versiones obligadas que a la larga derrotan, pero´s vituperantes y alergias concomitantes de la proeza cotidiana, un “disculpe aquí” desmayo sus pasos al borde de un “casi me doy cuenta”. Re-decir, mezclar, un por decir por-trecho, manifestó único ruido, miscelánea obstruida a la rivera de un dialogo actual, re-incierto aporético y recién incluido en el “me bajo aquí”, ante su rostro de espera en un semáforo en rojo. Al bostezo su-pertrecho del elogio en cause lecho y el suceso fundamentado, de un no-me-olvides, estoy aquí recién descendido del sentadero colectivo esperando bien se desocupe un espacio para no sentir tanto amontonamiento de sentidos, olores y voces, ruidos del pasaje. Acaso desmedido el por-venir re-clasificaría la rejuntadera de nuevas versiones, para posibilitar un encuentro pos-no-verse. El incrédulo acompañante de la dirección a donde se dirigían los gestos vio rodar la lagrima ante el presente peatón desubicado, parado allí entre

Venganza de Crono

En la violencia acostumbrada del “a mi que me importa”, dos veces antepongo-me al sentido, la larga caravana del olvido arrastra con gestual rictus hacia otra mañana autómata, dos veces perniciosa, dos veces alejado en tan solo una despedida, como si las cantidades y sus cualidades no se disolvieran en el más eficaz rasgo del Tiempo, la indiferencia. Tal vez Crono nos hiera en más sentidos, en su máxima venganza borra todo rastro individuo, afectando la memoria, la capacidad de recordar, nos condena a la espiración efímera de los dioses últimos, acaso nuestros dioses, primeros condenados a olvidar y ser olvidados. Ya en la frágil existencia con la raíz original inconexa de la mas reciente ramificación manifiesta, Crono vuelve a vencer aun desde el averno, según   acaso referencias inventadas por la imaginación del mito creado por fantasiosos   y que en algún punto llegaron a un acuerdo, dices del Dios padre castigado por sus hijos, el   cuarto de ellos señor del rayo, alardeo jac

Suceso de Hombre confiado -El quinto paso

Volvamos con nuestro Hombre, que insuflado de valor aspiró hondo la cuadra y se dispuso a terminar lo que había comenzado. Cuatro pasos atrás confiados en su abstracción, el que dio las monedas venían caminando con la cabeza en su día. Quizás un buen día, por supuesto a la medida de su posibilidad, claro es -dijimos cuatro pasos verdad. En el primero de los cuatro, seguro divisó a ligera sin detenerse a mirar, reaccionó con su pre concepto de cómo son las cosas en la mente a primera vista, no se detuvo en la imagen. Al segundo paso ya tenia su mano izquierda en el bolsillo izquierdo de su pantalón, reacción claramente condicionada por la realidad en la que cree. Dejo caer - en el tercer paso- las monedas en el recipiente-depósito y allí, en el encuentro de lata y metales, despertó de su realidad y vio al mendigo. O mejor dicho vio una de sus extremidades extendidas, símbolo-mano-banderita diciendo: Estoy aquí. Así trabajo. Aquí me traen, este soy. Finalmente, en el cuarto se en