Búsqueda desde las fauces
Esa verdad de aparecer en los pasos, sin
que la cruda ventana se reponga en la calamidad de la fachada, parecía prevenir
a la puerta entreabierta y entró desde el fisgoneo, por los vidrios primero y
más tarde en lo inmediato rebotando en la lectura de los cartelitos interiores.
Se decidió, empujo la media hoja de la dicha entreabierta, hoja larga que rugió
reseca.
Por fin puso el motivo de su búsqueda en
palabras, acento su espalda y quiso que el deseo se desintegrara en su paladar
hasta alcanzar las fauces de su apetito o costumbre de medio día, hasta que
humeo un plato sostenido frente a su nariz, un vaho que contribuía al folclore
del lugar y en el contraste del frío en la estación afuera, la verdad en la
cuchara hasta el regocijo y luego del ataque al pan con las manos y por
supuesto el vasito de vino, destrozar el plato, destrozarlo de tanto saborear
el líquido elemento, locro.
GCz
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