El misterioso Hombrecito del Pedal


Por las mañanas de rutina en Ciudad de Tampa subo al 56, a eso de las siete quince, o si viene lleno, en el de las y treinta y cinco. Si logro arribar al primero de los colectivos mencionados, tengo la posibilidad de observar una escena que me ha llamado profundamente la atención, un singular hecho que se repite necesariamente a unos diez minutos de andar por el recorrido, es la imagen infatigable de un hombrecito viejo, de unos setenta y largos años, bastante venido a menos, que se dirige por la avenida Colón y dobla por Santa Fe,  en el preciso  instante donde Yo, detenido en Santa Fe, gracias a la solícita parada clave en el que arriban y descienden presurosos pasajeros cotidianos,  lo cruzo desde enfrente en el sentido contrario de la calle, aguardando  en el ya semáforo en rojo para doblar por donde exactamente el viene  y lo observo.
Viaja en subida, en una locomoción verde-sincia de tres ruedas. Lo conmovedor es el esfuerzo que realiza, en un constante andar lento y llamativamente nunca alcanza a dar una vuelta completa con los pedales, solo le basta con pisar el pedal derecho, con el cual logra hacer tracción y le permite un  movimiento, que a su vez le devuelve la posibilidad al  mismo pie, pacientemente espera y lo vuelve a pisar y así muchas veces, tantas como su voluntad resista, con la esperanza de alcanzar la meta deseada  que desconozco y respeto.
Este completo ser que se desplaza a quien sabe donde, se transforma en la estampa de constancia que necesito para dirigirme hacia el trabajo sin la mas mínima queja. Conmovedor es verlo y sobre todo por que se trata de la mañana, que recién comienza, en medio de la indiferencia y los matutinos que descargan su ira sobre la ciudad.
 Luego todo se inunda de olvido y ocupo el lugar  tabulado que habito y no me animo a dejar.
Me pregunto, si ese hombre al cual respeto, habrá cambiado de celda algunas veces o es la misma, solo que mucho tiempo después, en un hoy desfigurado y errático, tal vez.

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