Función Representativa
Al yugo irreversible de esa mañana se le habían
trastornado algunos instantes, como si a los dos en cuestión sobre ella se les
hubieran perdido unas piezas del rompecabezas gigantesco que trataban de armar,
esto se reluce en falta y miradas de misterio, incierto capitulo no escrito aun
en la historia de sus vidas.
Salvador, por
supuesto, es quien ha sabido primero perder las partes, confundir los hilos de
su marioneta, aunque en el fondo se trata de una tijera imaginaria que hace
desaparecer algunos de los movimientos que le dan gracia. Su marioneta ya no
mueve el pie derecho, ni gira la cabeza hacia la izquierda. Esto Ilda lo ha
captado y aunque en plena función trata de seguir con la obra, no puede
reprimir ese malestar y su muñeca comienza a impartir golpes contra su marido
de trapo, es que este señor no responde como debiera en su libreto cotidiano.
- Anda, anda, anda - le dice y lo empuja hacia
adentro.
El público - porque
siempre hay un público-, toma con humor la escena final y algunas monedas
comienzan a caer sobre el sombrerito colorado de Ilda.
Día tras día
la empresa se hace más difícil y menos representativa para ambos, con un
lineamiento que no se respeta y con un llamado desde las entrañas que grita y
solo se descose ante la impavidez de los
trajes y los aplausos - mirada, filo, razón y tensión aplomada - del otro lado nadie responde aun, aunque en
el fondo, el hueco ya es vértigo, fantasma de sabanas entre las tinieblas, cara
de colores ya sin brillos, llena de escamas y surcos, ceños de preguntas y
extravío, por supuesto, Salvador.
Por la tarde en el Pasaje de los Gatos, el clima es
un caluroso sopor de humedad, a lo lejos una negra nube inmensa se acerca
vestida de refusilos fulgurantes, sin que ellos la vean todavía, aunque en el
fondo la intuyan. Ya en plena función callejera otra vez, justo al comenzar el
cuarto acto, donde él debería hacer su entrada con un ramo de flores realizando
sutiles y graciosos movimientos de cadera, con gracia de comediante enamorado,
para ella bien, festejar el encuentro con un fuerte beso de trapo-pasión...No.
Aparece él con los brazos caídos y la cabeza también
caída, sin el ramo de flores, sin mirar a su compañera, con una actitud de
derrotado se tira en desplome sobre el sillón forrado en gamuza verde, ahora si
desde esa posición la mira, la observa con un sentimiento impávido lleno de
desorden y con un algo que no se acaba de animar. El saluda con la mano
izquierda, mano-marioneta-hombre, mientras la derecha tira de la cuerda,
provocando la inminente caída del telón y las preguntas del público y de Ilda,
que no comprenden.
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