“Anécdota Refractaria en la Grieta” - II

Entonces soy ese hueco en la pared (Muro), hija de caño roto, alimentada de meses de gotera, fue cuando las lluvias caen en octubre que deje brotar mi cuerpo hacia el exterior y fue allí cuando Muro me  descubrió y como un padre me recibió en las partes bajas de su inmensidad, cercana al vecino piso.

La habitación donde vivimos es la menos soleada de la casa, según las valoraciones de los viajeros insectos que han dejado sus pareceres luego de una rápida fugaz – visita, u obligados por lo no propicio de seguir camino, teniendo en cuenta las inclemencias de lo diurno y lo nocturno en lo que a las diferentes naturalezas se refiere en especie y conveniencia, labor y oportunidad.
Al no poder los caluroso rayos ingresar a la habitación por más tiempo, debido a la disposición creadora del constructor Hombre que le dio orientación en el plano, por ende ángulo y tomando en cuenta que los períodos mas secos del año favorecen también en el ciclo de mi crecida, derrumbando partes y permitiendo la reagrupación instantánea de mi ejercito de microorganismos en recientes partes conquistadas. Se desgranan las partes acabadas por lo seco del viento que resuella entre el concreto lazo que tenemos con Muro.
Soy Grieta, ese es mi nombre, amo a Muro y gracias a ese Alguien que se atrevió a mirar un día, puedo comprender ahora mi misión encomendada, que es crecer en Muro, crecer y a la vez destruir a Muro, todos los pedazos que en el día a día se llevan azarosamente los agentes de turno del medio destino, no es mas que un pedazo de catastrófica cotidianeidad entre Muro y Yo, su única grieta que lo ama y derrumba (Grieta)  

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