“Anécdota Refractaria en la Grieta” -IV

Pasaron aproximadamente veintitrés giros de la luz y oscuridad, para bien una mañana de entre verano y primavera, cuando los vahos del florecer  verde rescatan en el aire su particularidad de brote continuo, encendiendo las sombras  bajo el sol en el suelo, con rápida expansión en las alturas y anchos perfiles, se escucho un motor en la llegada, pasos resonaron en el vecino corredor de la ventana, seguramente alguien, alguno u otros pertenecientes a la misma especie, dieron por comenzada la tarea, cubriendo las ventana con ventanas con listones de madera.
Los pasos se alejaron y dieron por concluida la tarea, se  encendió el motor y el murmullo de la distancia recorrida se llevo sus presencias.
La casa volvió a su estado de silencio y quietud, solo que ahora entre penumbras, los normales agentes de la casa , es decir los habitantes no humanos placían en justo cause sus remotas existencias, entre ellos Muro y Yo su Grieta.

En la habitación, cuando en las afueras el luminoso día refulgía en rayos solares refractando los mejores colores de las cosas, a nosotros solo se nos brindaba pequeños filamentos luminosos que se filtraban por entre tabla y tabla, como en una proyección de ases, eligiendo solo a algunas partículas afortunadas, un enfoque perfecto, ángulo pleno haciéndolas día también


Según  una caravana de hormigas que ayer atravesó toda la casa en su laboriosa tarea de trasladar los restos de no se que botín, desde la entrada principal y hasta el fondo donde se ubica el hormiguero, la casa tiene completamente las aberturas obstaculizadas por maderas hasta la puerta principal.

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